lunes, 1 de agosto de 2011

Mi alma en palabras de un piel roja llamado Seatle

Carta Abierta al Hombre Blanco
Este documento se escribió hace más de cien años, concretamente en 1855. Su autor es Seatle, jefe de la tribu de los Dwamish, que entonces ocupaban los territorios que hoy forman el estado norteamericano de Washington. Esta carta estaba dirigida al entonces presidente de los USA, Franklin Pierce, y era la respuesta a la oferta de su gobierno de adquirir las tierras de los Dwamish.
El gran caudillo de Washington ha ordenado hacernos saber que nos quiere comprar las tierras. El gran caudillo nos ha enviado también palabras de amistad y de buena voluntad. Mucho apreciamos esta cortesía, pues conocemos la poca necesidad que tiene de nuestra amistad. Queremos considerar la oferta, pues sabemos que, si no lo hacemos, pueden venir los hombres de piel blanca para quitarnos las tierras con armas de fuego. Que el gran caudillo de Whasington confie en la palabra del jefe Seatle con la misma certeza que espera el retorno de las estaciones. Como las estrellas, inmutables son mis palabras.
¿Cómo puede comprar o vender el cielo, o el calor de la tierra? Se nos hace extraña esta idea. No son nuestros la frescura del aire, ni la transparencia del agua. ¿Cómo podrían ser comprados? Lo decidiremos más tarde. Ha de saber que mi pueblo tiene por sagrado cada pedazo de esta tierra. La hoja brillante, la playa arenosa, la niebla en la oscuridad del bosque; el claro en mitad de la arboleda y el insecto zumbante, son sagradas experiencias y memorias de mi pueblo. La savia que sube por los árboles trae remenbranza del hombre de piel roja.
Los muertos del hombre de piel blanca olvidan su tierra cuando emprenden su viaje entre las estrellas. Nuestros muertos nunca se alejan de la tierra, que es la madre. Somos un pedazo de esta tierra, estamos hechos con una parte de ella. La flor perfumada; el ciervo, el caballo, el águila majestuosa; todos son nuestros hermanos. Las rocas de las montañas, el jugo de la hierba fresca, el calor corporal del potro; todo pertenece a nuestra familia.
Por eso, cuando el gran caudillo de Washington nos dice que nos quiere comprar las tierras... es demasiado lo que nos pide. El gran caudillo quiere darnos un lugar para que vivamos todos juntos. Él nos hará de padre y nosotros seremos sus hijos. Hemos de meditar sus palabras. No es fácil, pues las tierras son sagradas. El agua que salpica de nuestros ríos y marismas no es solamente agua, es la sangre de nuestros antepasados. Si le vendiésemos estas tierras, habríais de recordar que son sagradas, y tendríais de enseñar a vuestros hijos que lo son y que los reflejos misteriosos de las aguas claras de los lagos narran los acontecimientos de la vida de mi pueblo. El rumor sordo del agua es la voz de mi padre.
Los ríos son nuestros hermanos, porque nos liberan de la sed. Los ríos arrastran nuestras canoas y acunan a nuestros hijos. Si le vendiésemos las tierras, tendrían que recordar y enseñar a sus hijos que los ríos son hermanos nuestros... y también suyos. Tendrían que tratar a los ríos con buen corazón.
Demasiado bien sabemos que el hombre de piel blanca no puede entender nuestra forma de ser. Tanto le hace un trozo de tierra que otro, porque como es un extraño que llega de noche a robar de la tierra lo que necesita. No ve a la tierra como una hermana, sino más bien como una enemiga. Cuando la ha hecho suya, la desprecia y sigue adelante. Deja tras él las sepulturas de sus padres y no parece lamentarlo. No lamenta despojar a la tierra de sus hijos. Olvida la tumba de su padre y los derechos de sus hijos. Trata a la madre tierra y al hermano cielo como si fuesen cosas que se compran y se venden; como si fuesen ganado o baratijas. Su hambre insaciable devorará la tierra, y tras él solamente dejará un desierto...
No lo puedo entender. Nosotros somos de una manera de ser muy diferente. Vuestras ciudades hieren los ojos del hombre piel roja. Quizá sea así porque el hombre de piel roja es salvaje y no puede comprender las cosas. No hay ningún lugar tranquilo en las ciudades del hombre de piel blanca; ningún lugar donde se pueda escuchar en Primavera el nacer de las hojas, o el frotar de las alas de un insecto. Quizá me lo parece así porque soy salvaje y no entiendo bien las cosas. El ruido de la ciudad es un insulto para el oído. Y me pregunto: ¿qué tipo de vida tiene el hombre cuando no es capaz de escuchar el solitario grito de la garza, o la discusión nocturna de las ranas alrededor de la charca? Soy hombre de piel roja y no puedo entenderlo. A los indios nos deleita el ligero rumor del viento acariciando la cara de la aurora, y su olor tras la lluvia del mediodía, que trae la fragancia de los abetos.
El hombre de piel roja es conocedor del valor inapreciable del aire, pues todas las cosas respiran su aliento: el animal, el árbol, el hombre. Pero parece que el hombre de piel blanca no siente el aire que respira. Igual que un hombre que lleva días agonizando y que es incapaz de sentir su fetidez. Igualmente si les vendiésemos las tierras, tendrían que tener en cuenta de qué manera amamos al aire, porque el aire es el espíritu que infunde la vida y todo lo comparte. Si les vendiésemos las tierras, tendrían que dejarlas en paz y mantenerlas sagradas, para que fuesen un lugar donde incluso el hombre de piel blanca pudiera saborear el viento endulzado por las flores de la pradera.
Queremos considerar vuestra oferta de comprarnos las tierras. Si decidiésemos aceptarla, tendré que ponerle una condición: que el hombre de piel blanca mire los animales de esta tierra como hermanos. Soy salvaje, pero me parece que ha de ser así. He visto búfalos a miles, pudriéndose abandonados, en las praderas, el hombre de piel blanca les disparaba desde el caballo de hierro sin detenerse. Yo soy salvaje y no entiendo por qué el caballo de hierro vale más que el búfalo, pues nosotros lo valoramos mucho. ¿Qué es del hombre sin los animales? Si todos los animales desapareciesen, el hombre tendría que morir con gran soledad en el corazón. Pues todo lo que les sucede a los animales, pronto le sucede también al hombre. Todas las cosas están ligadas entre sí.
Tendrían que enseñar a sus hijos que el suelo que pisan es la ceniza de sus abuelos. Respetarán la tierra si les dicen que está llena de la vida de vuestros antepasados. Hay que hacer que vuestros hijos sepan, igual que los nuestros, que la tierra es la madre de todos. Que de cualquier mal causado a la tierra sufren sus hijos. El hombre que escupe a la tierra, se está escupiendo a sí mismo.
Hay una cosa de la que estamos seguros: la tierra no pertenece al hombre, es el hombre el que pertenece a la tierra. El hombre no ha tejido la red de la vida, pues el mismo no es sino un hilo de ella. Está buscando su desgracia si osa romper esa red. El sufrimiento de la tierra se convierte a la fuerza en el sufrimiento de sus hijos. De eso estamos seguros. Todas las cosas están ligadas como la sangre de una misma familia.
Incluso el hombre de piel blanca, que es amigo de Dios y se pasea con él y le habla, no podrá huir de nuestro destino común. Quizá sea verdad que somos hermanos. Ya veremos. Sabemos algo que quizá algún día descubráis vosotros: que nuestro Dios es el mismo que el vuestro. Se piensan que quizá tienen poder por encima de Él y entonces quieren tenerlo sobre todas las tierras, pero eso no puede ser. El Dios de todos los hombres se compadece tanto de los de piel blanca como roja. Esta tierra es muy preciada por su Creador, y estropearla sería una gran ofensa. Los hombres de piel blanca también sucumbirán y quizá antes que el resto de las tribus. Si ensucian su cama, cualquier noche morirán sofocados por sus propios excrementos. Pero verán la luz cuando llegue la última hora y entenderán que Dios los condujo a estas tierras y les permitió su dominio y la dominación del hombre de piel roja con algún propósito especial. Este destino es verdaderamente un misterio, porque no podemos comprender qué pasará cuando los caballos hayan perdido la libertad; cuando no quede ningún rincón en el bosque sin la pestilencia del hombre y cuando encima de las verdes colinas tropiece nuestra mirada, por todas partes, con la telaraña de los hilos de hierro que llevan su voz.
¿Dónde está el bosque espeso? Desapareció. ¿Donde está el águila? Desapareció... Así se acaba la vida y empieza la supervivencia...

Creo que no es la primera vez que leo esto; pero lo ví en la página web (ya vieja) de Ricard Ibañez, un tipo español que es autor de un juego de rol llamado Aquelarre, el juego de rol demoníaco-medieval, y otro llamado El juego de rol del Capitán Alatriste. No sé si escribió otros juegos de rol, pero sí se que escribió también algunas novelas, y a los españoles parece gustarle.
Lo importante acá es que este texto me conmueve, porque es una lectura a mi alma, es el espíritu que busco tener, y es la filosofía a la que aspiro a llegar; muchos dirían que ya no vale la pena; yo les respondo con un dicho ya gastado: soñar es gratis.
Y, sólo para mencionarlo: a veces, hasta los sueños más increíbles e inverosímiles se convierten en realidad.

Para cerrar, quiero decir que yo me siento muy mal cuando veo los edificios modernos, y aún peor cuando veo los edificios ya gastados y resquebrajados, mugrientos; una sensación de melancolía me posee, y mis ojos se ponen llorosos sin llegar a romper en lágrimas; en esos momentos, sólo desearía ser un poco menos terco, y poder llorar. Para que así, luego, pueda actuar, en vez de paralizarme con melancolía y ojos vidriosos. ¿Actuar? ¿Cómo? No sé. Pero pretendo averiguarlo, de alguna manera, en algún momento... pero antes, tengo que aprender a llorar. ¿Quién me enseña?

6 comentarios:

  1. Me parece que al igual que el hombre blanco no entiende el espçiritu del indio, vos no estas entendiendo el espçiritu del hombre blanco. Ambos tienen cosas muy valiosas y entenderlos a ambas no solo nos aportaria gran sabiduria, sino tambien un enorme deleite estetico. Me parece que por comprender a uno no es necesario negar al otro... es precisa una conciliacion. Hay cosas de la ciudad que me gustan mucho, y otras en las que veo que definitivamente se derroco mucho y con las cuales perdemos mucho. No me parece sabio que niegues (o eso me parece que haces) un origen que puede que no te parezca el mas agradable. Para bien o para mal somos quienes somos... y soñar esta bien, pero no creernos en sueños, no perdernos en ellos. Soñar es para mi saber... pero soñando demasiado terminamos olvidando. Podemos soñar con los espacios y las formas que Seatle nos propone, pero no olvidar que tenemos nuestros propios espacios y formas... me gustaria que unos se apliquen a los otros, poder soñar desde la realidad (y eso creo que hago). Aun nos quedan cosas bellisimas, y ya sabes que pienso que pocos tiempos fueron mejores que el nuestro... pero nuestro tiempo no es bueno por las cosas de las que abominas... sino que es bueno por las cosas que me pareces que estas mirando mal, una sabiduria que me parece esta despertando y de la que abominas junto con todo lo demas. Seatle dijo que llegariamos a entender que nuestro dios es el mismo que el de ellos, y lo estamos entendiendo... lo estamos entendiendo mas claro que nunca, y ese me parece un signo del valor de nuestro tiempo, y que no se si estas viendo.

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  2. Entiendo lo que decís. Y si en la anterior entrada me sorprendió que comprendieras lo que yo quería decir, ahora no me sorprende que no lo entendieras.
    Por supuesto que no estoy negando esta realidad que yo percibo. Pero sé que no es la única posible, y me duele, en cierto sentido, que yo sea la única persona de las que conozco que lo piense así. La mayoría lo aceptan, se porque les gusta o porque piensan que no se puede cambiar. Para mí, eso último representan los edificios resquebrajados, que me duelen mucho más que los nuevos (que simplemente me molestan, y representan a la gente a la que le gusta esta realidad que percibimos). Me molesta, y tengo que aceptar esa molestia. Pero jamás, jamás la defenderé. Y, si puedo cambiarla, si acaso tengo la mínima oportunidad de hacer algo en pos de mis sueños, lo voy a hacer, no importa qué tanto me recomienden que no lo haga, que no vale la pena.

    ¿Entendiste ahora por donde va la entrada? ¿O seguís pensando que no entiendo al hombre blanco?

    PS: hay que hablarlo esto, obviamente :)

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  3. Si, entiendo perfectamente lo que me decir... pero tampoco es cuestion de ponerse en la postura de "no, no la quiero porque tengo que seguir mis sueños". Lo que yo te propongo es, justamente, comprenderla antes de rechazarla. Si no la comprendes no la podes rechazar... no es solo cuestion de sueños. Me parece que hay muchisimas cosas disfrutables siempre que uno este dispuesto a verlas. Para clarificar: uno no dice que no le gusta tal o cual genero musical si no lo entiende... uno lo escucha, lo analiza, se adentra, y despues decide si le gusta o no. Vivimos en una epoca que no alcanza vivirla para comprenderla... es necesario mucho más que ser un simple espectador para apreciarla. Claro que tiene sus cosas malas, pero justamente surge lo bueno de esa necesidad que "no quedarse ahí", porque quien no esta dispuesto a adentrarse, no la entiende.

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  4. Es que yo creo que ya la comprendo, pues no me considero un mero espectador. De hecho, mi postura es que para cambiar algo, se debe cambiar de adentro para afuera. Por lo tanto, sólo puedo lograr algún cambio desde dentro de eso que no me gusta. Pero no puedo evitar sentirme disgustado, por ser la única opción, o por ser la que todos parecen aceptar sin cuestionamientos de ningún tipo (o con escasos cuestionamientos).
    Suerte :)

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  5. Es que justamente ahí esta el punto. Hoy menos que nunca hay una sola opción. Y eso es en gran medida lo bueno. Y si sabes manejar esas posibilidades, podes hacer MONTONES de cosas. Pero es preciso antes hallar de donde parten los caminos. Me parece que te estas queriendo quedar con lo más superficial de esta época (compleja como pocas).

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  6. De nuevo, hay que hablarlo cara a cara. Yo no logro dar a entender lo que quiero, y vos, tal vez tampoco, o tal vez no entiendas lo que yo no logro dar a entender (?).
    Pero sabé que yo percibo esa multitud de cosas que se pueden hacer, encuentro esa multitarea que son las grandes ciudades. Pero ojo, en el campo no es tan así, y siendo que el 70% (o más) de nuestro país es campo, no me atrevo a decir que esta "multitud de opciones" es la "única opción", valga la aparente paradoja.
    Y mucha suerte (nos vemos en 15 minutos o lo que tarde el bondi :P

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Toma una cervesa, fatigado guerrero, y suélta la lengua en nombre de Odín y las Musas, y habla acerca de la batalla descipta arriba.